viernes, 23 de junio de 2017

Cuando le temo a las mariposas



Cuando le temo a las mariposas, las veo inocentes del dolor que me harían.
De mi grito ahogado de impotencia.
Me clavan el inevitable momento en que despertaré sin sus patas en la cara; y no me levantaré si no es para que juguemos hasta que me muerda.
Me hacen sentir la ausencia de cada ser vivo que amo.
Cuando veo mariposas me quedo quieto, las miro y no puedo no estar atento a la curiosidad que me rodea.
Me hacen olvidar el tiempo, el día y la hora.
Me lleno de belleza, de caos, de naturaleza, de análogo, de flujo vital y de lo que creo divino.
Si dios existe díganle que hizo un trabajo de justicia en la mariposa.
Si alguien más se siente así frente a una mariposa debe saber que es verdad, la muerte es inevitable. Es latente. Haces bien en sentirte así, porque te aflora lo valiente, eso que tal vez está escondido en tí.
Si es así, nunca olvides que entre la mariposa y tú hay un universo que los une. Hay un sol que no hace diferencia entre ustedes.
Fijate en las formas de sus alas, los colores que tiene, las figuras que forman sus manchas, las vetas de sus alas.
Mira su cuerpo, sus ojos, su cara, sus extremidades.
Ojalá aprecies su fuerza y su pequeñez. Y cuando te sientas débil, recuerda a la mariposa y todo lo que puede provocar en alguien con su sola presencia, a tí, un gigante inteligente, con lenguaje y tecnología.
Nunca te subestimes y nunca subestimes a una mariposa.